Isaac Felipe Azofeifa
Adolecencia, vaga voz
Adolescencia, vaga voz, ¿ si junta?
llegas con el amor y el miedo, y llora
el alma, sin saber y sin pregunta,
de dónde llegas, pálida invasora?
llegas con el amor y el miedo, y llora
el alma, sin saber y sin pregunta,
de dónde llegas, pálida invasora?
El alma a un infinito blanco apunta
la indecible pena de esta hora.
¡Qué nostalgia de amor que la trasunta
ésta que de sí misma se enamora!
la indecible pena de esta hora.
¡Qué nostalgia de amor que la trasunta
ésta que de sí misma se enamora!
Azul adolescencia, móvil llama,
Narciso fiel a amor que amando se ama,
se descubre, se pierde, se rehace!
de dónde llegas, vaga voz, sollozo
iluminado centro, grito y gozo
gozo del hombre que entre espanto nace!
Narciso fiel a amor que amando se ama,
se descubre, se pierde, se rehace!
de dónde llegas, vaga voz, sollozo
iluminado centro, grito y gozo
gozo del hombre que entre espanto nace!
Al alba siempre
El alba es un camino.
Por el alba se llega a la dulzura.
El aviso general de los gallos abre a la luz las puertas de la tierra.
El aire reparte una casta voz de campanas.
Un trino de pájaro rompe el cristal del cielo y riega
el silencio fresco de la madrugada.
El árbol duerme vuelto hacia sí mismo.
Tú, mi fiel compañía, dices
palabras irreales para salvar el sueño
que se aleja en el agua sutil de la noche.
Despierta tiritando en el vacío
un ángel retardado.
Un fantasma, una sombra, un soplo, nada.
Y amanece.
Vida, mi vida, al alba siempre.
El alba es un camino.
Por el alba se llega a la dulzura.
El aviso general de los gallos abre a la luz las puertas de la tierra.
El aire reparte una casta voz de campanas.
Un trino de pájaro rompe el cristal del cielo y riega
el silencio fresco de la madrugada.
El árbol duerme vuelto hacia sí mismo.
Tú, mi fiel compañía, dices
palabras irreales para salvar el sueño
que se aleja en el agua sutil de la noche.
Despierta tiritando en el vacío
un ángel retardado.
Un fantasma, una sombra, un soplo, nada.
Y amanece.
Vida, mi vida, al alba siempre.
Julieta Dobles
Silogismos de ausencia
Si tu silencio me muerde la alegría,
escribo.
Si no hay música que llene tus ausencias,
escribo.
Si añoro la quemadura de tus manos
sobre mis playas húmedas,
escribo.
Si cuando te nombro me recorre la espalda
una fila de besos emigrantes,
escribo.
Si en tus labios borrados adivino
la única fuente que me mata de sed,
escribo.
Si el vacío de tu voz transforma mis silencios
en tambores ausentes y enervantes,
escribo.
Si toda mi piel grita de soledad y miedo
para ahuyentar la soledad invasora,
escribo.
¡Cuánta poesía entretejen
tu ausencia y mi dolor!
Si tu silencio me muerde la alegría,
escribo.
Si no hay música que llene tus ausencias,
escribo.
Si añoro la quemadura de tus manos
sobre mis playas húmedas,
escribo.
Si cuando te nombro me recorre la espalda
una fila de besos emigrantes,
escribo.
Si en tus labios borrados adivino
la única fuente que me mata de sed,
escribo.
Si el vacío de tu voz transforma mis silencios
en tambores ausentes y enervantes,
escribo.
Si toda mi piel grita de soledad y miedo
para ahuyentar la soledad invasora,
escribo.
¡Cuánta poesía entretejen
tu ausencia y mi dolor!
Segunda desfloración
Apareciste.
Fugaz, impredecible.
El más urgente ahora.
El subrepticio beso a la distancia,
más quemante mientras más lejos arde,
más moroso y astuto
que a ras de labio.
Ardió sobre mi cuello
desde la otra esquina del salón,
ala temible y deleitosa.
Tu palabra,
la subversiva,
irresistible herramienta del deseo.
Y mi burbuja oscura,
aquella que arrastré
después del desamor.
mi segunda virginidad,
estéril, afrentosa,
rota de displaceres
donde el eros se esconde,
se esfumó en el asalto de tus manos,
ante el atrevimiento de tu lengua invasora,
enfrente al tajo de la noche
que improvisaste así para mi gozo.
Podría empezar a amarte
si me lo permitieras.
Eres demasiado fugaz,
tejido ajenamente en la distancia.
Y quizá nuestro mundos
no vuelven a cruzarse.
Apareciste.
Fugaz, impredecible.
El más urgente ahora.
El subrepticio beso a la distancia,
más quemante mientras más lejos arde,
más moroso y astuto
que a ras de labio.
Ardió sobre mi cuello
desde la otra esquina del salón,
ala temible y deleitosa.
Tu palabra,
la subversiva,
irresistible herramienta del deseo.
Y mi burbuja oscura,
aquella que arrastré
después del desamor.
mi segunda virginidad,
estéril, afrentosa,
rota de displaceres
donde el eros se esconde,
se esfumó en el asalto de tus manos,
ante el atrevimiento de tu lengua invasora,
enfrente al tajo de la noche
que improvisaste así para mi gozo.
Podría empezar a amarte
si me lo permitieras.
Eres demasiado fugaz,
tejido ajenamente en la distancia.
Y quizá nuestro mundos
no vuelven a cruzarse.
Te agradezco ese golpe de instinto
que me abrió claridades.
Recorrí, nuevamente,
la dulzura de los cuerpos
que se van acercando, hasta cerrarse
uno sobre otro, como puertas al gozo.
Y el jadeo triunfante,
música que no puedo desterrar de mi vida.
Y la belleza antigua de la espada
que siempre me sorprende,
y da vida y no muerte a donde hiere.
Quizá yo sea en ti
sólo unos ojos memorables,
que se irán disolviendo entre sus días
de rutina y de hastío.
Yo soy la gananciosa:
puedo hoy volver a amar.
que me abrió claridades.
Recorrí, nuevamente,
la dulzura de los cuerpos
que se van acercando, hasta cerrarse
uno sobre otro, como puertas al gozo.
Y el jadeo triunfante,
música que no puedo desterrar de mi vida.
Y la belleza antigua de la espada
que siempre me sorprende,
y da vida y no muerte a donde hiere.
Quizá yo sea en ti
sólo unos ojos memorables,
que se irán disolviendo entre sus días
de rutina y de hastío.
Yo soy la gananciosa:
puedo hoy volver a amar.
Jorge Debravo
Apunte Interior
Hoy mi vida no tiene peso alguno:
es un viento, menos que un viento, menos
que una raya de luz.
Ahora ninguno
puede serme oneroso.
No hay terrenos
resquemores debajo de mi alma.
Mi sangre es una roja armonía viva.
Estoy en armonía con la brasa y la calma,
con la voz amorosa y la voz vengativa.
Parece que mis manos no existieran, parece
que mi cuerpo nadara en un agua inocente.
Como un viento desnudo de mi corazón se mece
y hace sonar campanadas dulcemente.
es un viento, menos que un viento, menos
que una raya de luz.
Ahora ninguno
puede serme oneroso.
No hay terrenos
resquemores debajo de mi alma.
Mi sangre es una roja armonía viva.
Estoy en armonía con la brasa y la calma,
con la voz amorosa y la voz vengativa.
Parece que mis manos no existieran, parece
que mi cuerpo nadara en un agua inocente.
Como un viento desnudo de mi corazón se mece
y hace sonar campanadas dulcemente.
Despedida
El camino, despacio,
retrocede a nuestras espaldas.
Todos los árboles se han alejado
hacia el poniente.
Todo en la tierra
se aleja alguna vez.
La luna y el paisaje.
El amor y la vida.
El reloj, en mi muñeca,
dice que son las cinco de la tarde.
La hora de los adioses,
la hora en que la misma tarde
agita nubecillas en despedida.
retrocede a nuestras espaldas.
Todos los árboles se han alejado
hacia el poniente.
Todo en la tierra
se aleja alguna vez.
La luna y el paisaje.
El amor y la vida.
El reloj, en mi muñeca,
dice que son las cinco de la tarde.
La hora de los adioses,
la hora en que la misma tarde
agita nubecillas en despedida.
Eunice Odio
Poema primero (Posesión en el sueño)
Ven
Amado
Te probaré con alegría.
Te soñaré conmigo esta noche.
Tu cuerpo acabará
donde comience para mí
la hora de tu fertilidad y tu agonía;
y porque somos llenos de congoja
mi amor por ti ha nacido con tu pecho,
es que te amo en principio por tu boca.
Ven
Comeremos en el sitio de mi alma.
Antes que yo se te abrirá mi cuerpo
como mar despeñado y lleno
hasta el crepúsculo de peces.
Porque tú eres bello,
hermano mío,
eterno mío dulcísimo.
Tu cintura en que el día parpadea
llenando con su olor todas las cosas,
tu decisión de amar,
de súbito,
desembocando inesperado a mi alma,
Tu sexo matinal
en que descansa el borde del mundo
y se dilata.
Ven
Te probaré con alegría.
Manojo de lámparas será a mis pies tu voz.
Hablaremos de tu cuerpo
con alegría purísima,
como niños desvelados a cuyo salto
fue descubierto apenas, otro niño,
y desnudado su incipiente arribo,
y conocido en su futura edad, total , sin diámetro,
en su corriente genital más próxima,
sin cauce, en apretada soledad.
Ven
te probaré con alegría.
Tú soñarás conmigo esta noche,
y anudarás aromas caídos nuestras bocas.
Te poblaré de alondras y semanas
eternamente oscuras y desnudas.
Ven
Amado
Te probaré con alegría.
Te soñaré conmigo esta noche.
Tu cuerpo acabará
donde comience para mí
la hora de tu fertilidad y tu agonía;
y porque somos llenos de congoja
mi amor por ti ha nacido con tu pecho,
es que te amo en principio por tu boca.
Ven
Comeremos en el sitio de mi alma.
Antes que yo se te abrirá mi cuerpo
como mar despeñado y lleno
hasta el crepúsculo de peces.
Porque tú eres bello,
hermano mío,
eterno mío dulcísimo.
Tu cintura en que el día parpadea
llenando con su olor todas las cosas,
tu decisión de amar,
de súbito,
desembocando inesperado a mi alma,
Tu sexo matinal
en que descansa el borde del mundo
y se dilata.
Ven
Te probaré con alegría.
Manojo de lámparas será a mis pies tu voz.
Hablaremos de tu cuerpo
con alegría purísima,
como niños desvelados a cuyo salto
fue descubierto apenas, otro niño,
y desnudado su incipiente arribo,
y conocido en su futura edad, total , sin diámetro,
en su corriente genital más próxima,
sin cauce, en apretada soledad.
Ven
te probaré con alegría.
Tú soñarás conmigo esta noche,
y anudarás aromas caídos nuestras bocas.
Te poblaré de alondras y semanas
eternamente oscuras y desnudas.
Yo quisiera ser niña...
Yo quisiera ser niña
para acoplar las nubes a distancia
(Claudicadoras altas de la forma),
Para ir a la alegría por lo pequeño
y preguntar,
como quien no lo sabe
el color de las hojas
¿Cómo era?
Para ignorar lo verde,
el verde mar,
La respuesta salobre del ocaso en retirada,
el tímido gotear de los luceros
en el muro vecino,
Ser niña
que cayera de pronto
dentro de un tren con ángeles,
que llegaban así, de vacaciones
a correr un poquito por las uvas,
o por nocturnos
fugados de otras noches
de geometrías más altas.
Pero ya, ¿que he de ser?
Si me han nacido estos ojos tan grandes,
y esos rubios quereres de soslayo.
Cómo voy a ser ya
esa que quiero yo
niña de verdes,
niña vencida de contemplaciones,
cayendo de sí misma sonrosada,
... si me dolió muchísimo decir
para alcanzar de nuevo la palabra
que se iba,
escapada saeta de mi carne,
y me ha dolido mucho amar a trechos
impenitente y sola,
y hablar de cosas inacabadas,
tinas cosas de niños,
de candor disimulado,
o de simples abejas,
enyugadas a rosarios tristes.
O estar llena de esos repentes
que me cambian el mundo a gran distancia,
Cómo voy a ser ya,
niña en tumulto,
Forma mudable y pura,
o simplemente, niña a la ligera,
divergente en colores
y apta para el adiós
a toda hora.
Yo quisiera ser niña
para acoplar las nubes a distancia
(Claudicadoras altas de la forma),
Para ir a la alegría por lo pequeño
y preguntar,
como quien no lo sabe
el color de las hojas
¿Cómo era?
Para ignorar lo verde,
el verde mar,
La respuesta salobre del ocaso en retirada,
el tímido gotear de los luceros
en el muro vecino,
Ser niña
que cayera de pronto
dentro de un tren con ángeles,
que llegaban así, de vacaciones
a correr un poquito por las uvas,
o por nocturnos
fugados de otras noches
de geometrías más altas.
Pero ya, ¿que he de ser?
Si me han nacido estos ojos tan grandes,
y esos rubios quereres de soslayo.
Cómo voy a ser ya
esa que quiero yo
niña de verdes,
niña vencida de contemplaciones,
cayendo de sí misma sonrosada,
... si me dolió muchísimo decir
para alcanzar de nuevo la palabra
que se iba,
escapada saeta de mi carne,
y me ha dolido mucho amar a trechos
impenitente y sola,
y hablar de cosas inacabadas,
tinas cosas de niños,
de candor disimulado,
o de simples abejas,
enyugadas a rosarios tristes.
O estar llena de esos repentes
que me cambian el mundo a gran distancia,
Cómo voy a ser ya,
niña en tumulto,
Forma mudable y pura,
o simplemente, niña a la ligera,
divergente en colores
y apta para el adiós
a toda hora.